sábado, 27 de abril de 2024

Vampire Weekend: Only God Was Above Us (2024)

"Pop de altísimo nivel creativo..."

Por allá por 2008, gracias al sonido de un hitazo como 'A-punk', los Vampire weekend parecieron (a simple vista) sumarse a la ola post punk revival que azotaba con fuerza la segunda mitad de dicha década. Craso error, sin embargo, pues habían singularidades en el sonido de la banda capaces de marcar diferencias con sus pares. Y es que si bien las guitarras (limpias siempre) eran elemento importante en la música de estos estadounidenses, los tipos estuvieron muy lejos de acotarse a una fórmula, complementando sus atmósferas alegres y divertidas con interesantes trabajos de teclados, tambores y baterías (para muestra, 'Cape cod kwassa kwassa' también de aquel disco debut). Más adelante el tiempo haría lo suyo, por lo que las distancias con sus pares generacionales se acentuarían primero con la llegada de Contra (2010) y luego en el fascinante Modern vampires of the city (2013), dos discos que les mostraban como la nueva maravilla alternativa, aunque a la vez dejaban a la banda en un limbo complejo: demasiado livianos para un público más duro pero demasiado densos para ser comercialmente atractivos. Finalmente, Vampire weekend no volvieron a marcarse otro hit, vino Father of the bride (2016) e incluso se temió por el fin del proyecto. Para sorpresa de todos, sin embargo, y tras siete años de silencio les tenemos de vuelta con Only god was above us y no podemos sino agradecer el regreso pues lejos de lanzar un disco "por cumplir", volvemos a oírles ingeniosos y chispeantes, diferentes y únicos pero por sobre todo libres, desatados y contundentes.

El quinto disco de Vampire weekend transmite la sensación de haber sido pensado y trabajado al detalle, un álbum de pop de altísimo nivel creativo e interpretativo, aunque generalmente en dosis acotadas. Y es que la banda siempre ha mostrado una exquisita capacidad de síntesis para en tan solo tres minutos ir y volver varias veces. Para muestra lo que hacen abriendo en 'Ice cream piano', comenzando desde la calma para desatar el caos acelerando a tope, metiendo vientos y jugando con la estructura a placer. La declaración de intenciones se corrobora en la circense 'Classical',  juguetona como ella sola, o más adelante en algo como 'Connect' (una verdadera locura de canción), donde la banda desencaja con esos fascinantes arreglos de piano. Bajarán la intensidad sin olvidar su vocación melódica en 'Capricorn', así como en 'The surfer' apostarán por la solemnidad de su sonido o en 'Mary Boone' volverán a mostrar una impactante diversidad de influencias, al punto de no saber si estás oyendo un tema retro o uno tremendamente moderno. Como sea, la sensación es fascinante. Entre todas estas sonará una atinada 'Gen-X cops', que nos regalará las dosis de pop liviano que la segunda parte del disco necesitaba recordando de paso las punzantes guitarras de los inicios de la banda.

Por si todo lo anterior fuese poco, la banda decide forzar sus límites cerrando el álbum con los casi ocho minutos de 'Hope', un medio tiempo bastante clásico (y algo repetitivo a ratos) que regala dos a tres minutazos de psicodelia en su sección intermedia, todo eso si con una fluidez pasmosa y que da muestras del enorme talento que chorrea este Only god was above us. Discazo de comienzo a fin y serio candidado desde ya a ser el disco del año. 

¿Canciones?  'Connect', 'Mary Boone', 'Gen-X cops' y 'Hope'.

9/10
Brillante. 


Otras reseñas de Vampire Weekend:

martes, 23 de abril de 2024

The Black Crowes: Happiness Bastards (2024)

"Atemporales, siempre..." 

Que si, que las comparaciones son odiosas pero de todas formas hoy abriré con una provocación. Y es que cuando uno oye álbumes de bandas jóvenes como Greta van fleet o Rival sons puede efectivamente disfrutar una que otra canción, ¡incluso de un disco completo!, sin embargo... algo falta. A veces ni siquiera se puede explicar que es pero se siente en la piel la ausencia de un ingrediente mágico. Pues bien, The black crowes están acá para responder al enigma con su regreso tras casi quince años de silencio, porque a estos estadounidenses les moviliza el mismo target y sonido que a las bandas jóvenes antes mencionadas, digamos, ese rock setentero clásico y purista, pero lo trabajan con una frescura, con un elemento de autenticidad que digámoslo, no responde a fórmulas matemáticas, lo tienes o no, y The black crowes lo tienen, lo siguen teniendo. Incluso en un álbum como Happiness bastards, que efectivamente no sorprende en lo absoluto y transita efectivamente por donde esperábamos lo hiciesen, los tipos se la arreglan para convencer de sobra. 

No se complican por tanto y nos entregan un trabajo preciso, diez canciones que en menos de cuarenta minutos nos invitan a revivir ese sonido tan característico que oscila entre los Rolling stones ('Bedside manners') y Aerosmith más rudimentarios ('Rats and clowns', 'Dirty cold sun' o 'Flesh wound'), en ocasiones sonando algo más bluseros ('Bleed it dry') y a veces más funkeros, recordando por instantes a Led Zeppelin ('Cross your fingers') o acercándose incluso a lo que hoy en día grabaría un Lenny Kravitz ('Wanting and waiting'). Ahora, donde la banda definitivamente muestra credenciales es en algo como 'Wilted rose', que abre en un tono completamente country para pasando los tres minutos ir explotando en intensidad y regalarnos una recta final particularmente exquisita. Y así, el disco se deja oír sin problemas y se las arregla para mantenernos ahí, disfrutando como enanos en una burbuja atemporal. 

El regreso de The black crowes no transmite el ser un lanzamiento "por cumplir", muy por el contrario regala la sensación de aceptar el relevo, que cuando las glorias setenteras ya no estén alguien tendrá que mantener vivo este sonido. Benditos sean por ello...

¿Canciones? 'Wanting and waiting', 'Rats and clowns' y 'Wilted rose'. 

7,8 / 10
¡Muy bueno!

jueves, 18 de abril de 2024

Residente: Las Letras Ya No Importan (2024)

"Una vorágine que viaja desde amor al dolor..."

Considerando las expectativas, el debut de Residente en 2017 estuvo bastante bien. Al menos atractivo desde lo musical gracias a todas esa diversidad de influencias que el puertorriqueño intentó desplegar. Sin embargo, verdad sea dicha: tampoco es que el álbum haya dejado demasiada huella. Y parece ser que en esa búsqueda se ha lanzado René Pérez Joglar en este, su nuevo y extenso álbum (son veintitrés canciones en más de hora y media de música), uno que desde su título decide ir al choque y rebelarse ante el presente vacío que el vocalista denuncia. ¿Qué las letras ya no importan? Pues entonces lanzo un disco en donde las letras lo son todo, en forma y fondo. Su herramienta será la de siempre, los versos y el hip hop pues el puertorriqueño rapea tupido y parejo a lo largo del trabajo sobre el sonido que se le plante por delante, ayudándose para esto de una multiplicidad de artistas, todos provenientes de mundos diferentes, armando por tanto una paleta de colores bastante amplia y multicolor. 

Yendo a la lista de canciones, esta contará con una singularidad: comenzará y cerrará abriendo el pecho, lo cual conceptualmente hace sentido pues tanto la partida a cargo de '313' como el cierre con 'René' parecen ser momentos en donde el personaje bravucón y ego maniaco se saca la careta para mostrarse realmente desnudo ante nosotros, yendo desde el amor al dolor, desde la reflexión existencial ("Ni la grandeza de una piedra gigante se detiene / Porque el mundo en el que vive se mueve al rededor de ella / Por eso hay que morir para que otros nazcan / Para que nada se detenga..." - introduce Penélope Cruz en '313') hasta el relato de su historia desde el fracaso ("Cuando caigo en depresión mis problemas se los cuento a la ventana del avión / El estrés me tiene enfermo / Hace diez años que no duermo..." - afirma en 'René'). ¿Y entre medio de estas dos? Pues la vorágine. Yendo al choque en 'El malestar en la cultura', volando altísimo rapeando sobre cuerdas en 'Yo no se pero sé' junto a los sevillanos de SFDK, realizando un fantástico duelo en velocidad con Busta Rhymes en 'Cerebro' o Big Daddy Kane en 'Estilo libre', metiendo política en la brillante y oriental 'Bajo los escombros', 'This is not America' (una que ya conocíamos de años anteriores) o la notable 'En talla', donde enlaza a la perfección la calle puertorriqueña con la cubana en compañía de Al2 El aldeano.  

A todos estos momentos densos se le sumarán cosas más livianas como el corrido 'Pólvora de ayer' o la divertida 'Quiero ser baladista', que cuenta con las líneas más básicas en todo el disco pero se salva gracias a la parodia de balada que el mismísimo Ricky Martin ayuda a construir ("Quiero querer, quererte, queriéndote..." - cantan ambos), así como experimentos realmente curiosos e interesantes como el desarrollado en 'Las letras ya no importan', limitando toda la canción a enumerar cifras desde el uno hasta el ocho, y verdad sea dicha: si el álbum se hubiese quedado ahí limitando el asunto a unas doce a quince canciones, probablemente estaríamos hablando de uno de los discos más geniales del año, sin embargo, en el afán de meterlo todo y disparar a mil lugares distintos Residente ha decidido ir aún más lejos y claro, se pasa varios pueblos metiéndonos jugarretas demasiado básicas como 'Jerga platanera' o 'Problema cabrón', reggaetón bastante cliché en 'Que fluya' o 'Sin lú', entre rimas que dan vergüenza ajena ("Mira esas nalgas de santuario / Aplaudiendo como foca en el acuario..."), las cuales entorpecen el trámite innecesariamente, logrando que lleguemos a la recta final del disco bastante agotados por lo que otro experimento como 'Artificial inteligente' resulte ser un tedio más que otra cosa. 

Pues lo dicho. Residente nos acaba de encajar un trabajo que lo reivindica por completo, consigo mismo y el público. Lamentablemente el vocalista continúa en ocasiones tropezando con su ego, cantándose a si mismo una y otra vez entre temas que se entorpecen entre si debido a lo redundante que suenan ('Ron en el piso' y 'Desde la servilleta', claros ejemplos) o estirando un disco con canciones de relleno que eran innecesarias. Ahora, con todos sus problemas, Las letras ya no importan encuentra en varios momentos al Residente más creativo y valiente que hemos oído en toda su carrera, uno al que yo al menos quisiera seguir escuchando. 

¿Canciones? 'Yo no sé pero sé', 'Bajo los escombros', 'En talla' y 'Estilo libre'.

8/10
Excelente.


Otras reseñas de Residente:

sábado, 13 de abril de 2024

Allie X: Girl With No Face (2024)

"80s never dies..." 

Siempre vendrá bien un rico álbum de pop, incluso aunque este llegue de la mano con la enésima mirada y revisión a la música de los años ochenta, como es el caso de este, el tercer álbum de la canadiense Allie X. En Girl with no face, la vocalista intenta levantarnos del asiento y llevarnos a la pista de baile, y para esto que mejor que lanzarse de lleno a los sintetizadores y las dinámicas adictivas en un álbum que resulta imposible no imaginártelo en vivo y gozarlo completo. Con una salvedad eso si, y es que si bien en estas once canciones nos encontramos alusiones evidentes al synthpop de cuatro décadas atrás, también hay incursiones oscuras, cercanas al darkwave y que entregan momentos góticos al sonido que compensan y se disfrutan, armando un conjunto equilibrado, contundente en todo momento y fresco, pese a la mirada retro. 

Las referencias, sin embargo, con que cuenta el disco en algunos casos son demasiado obvias (rozando el plagio), lo cual inevitablemente resta algunos puntos. La notable declaración de principios que es 'Weird world', por ejemplo, tiene unos aires a 'Holding out for a hero' de Bonnie Tyler que son innegables, así como la exquisita 'Off with her tits' cuenta con pasajes calcados al clásico 'Don't go' de Yazooasí como en 'John & Jonathan' hay un guiño a los teclados de Kraftwerk, en este caso eso si, más que plagio parece ser un sutil y bonito homenaje. El resto del álbum entregará pasajes llenos de talento, yendo abajo en cuanto a atmósferas en una soberbia 'Girl with no face' (la canción), con un exquisito apoyo de guitarras, 'Galina', 'Saddest smile' (otra donde la artista vuela altísimo) o cerrando con 'Truly dreams', aunque también retomando la dinámica pop bailable en 'Black eye', la notable 'Staying power' o regalando un subidón de aquellos en la contagiosa 'You slept on me' (¿'Maniac' de Michael Sembello? Si, algo hay). 

Girl with no face es el mejor disco de Allie X a la fecha. La tipa necesitaba patear el tablero de alguna forma y lo ha conseguido acudiendo a viejas musas pero encontrando un disco equilibrado, tremendamente rico de oír y regalando diversión a montón. Gratísima sorpresa, aunque queda pendiente el lograr esto mismo sin las referencias obvias...

¿Canciones?  'Girl with no face', 'Off with her tits', 'Saddest smile' y 'You slept on me'.

7,9 / 10
¡Muy bueno!

martes, 9 de abril de 2024

Norah Jones: Visions (2024)

"Lo más amigable en toda su carrera..."

Innegable es el hecho de que la carrera de Norah Jones lleva al menos quince años moviéndose en medio del silencio, sin embargo, también lo es el que tomas cualquiera de sus álbumes más recientes y todos cumplen de sobra, todos son material de calidad. Aunque el mundo no se entere. La estadounidense incluso se las ha arreglado para regalarnos dos discos fenomenales en este período, como fueron Little broken hearts (2012) y Pick me up off the floor (2020). Lo cierto es que su música, marcada por la sutileza del piano e influencias jazz, siempre jugará a contracorriente respecto a lo que solemos oír, más en estos tiempos donde todo dura quince segundos. Dicho en simple: los discos de Norah Jones no funcionan y jamás funcionarán en quien busca oír algo inmediato, su propuesta suele ser una invitación a detenerse en el sonido, en el mensaje y ahí cada cual verá si está dispuesto a dedicarle el tiempo necesario. Sin embargo, de algo hay que vivir. Y cuando te entregas de lleno a una obra sólida y profunda pero de baja aceptación popular seguro se siembran dudas al interior de la artista. Que es lo que parece haberle ocurrido a Norah previo a este, su décimo trabajo, por lo que esta vez ha optado por una línea más amena.  

Visions debe ser por tanto el disco más accesible de Norah Jones en largo tiempo, si es que no en toda su carrera. Y es que comenzando desde lo estético (ha optado por los colores, se ha maquillado y cortado el pelo) y siguiendo con lo musical, la vocalista nos presenta varias de las canciones más "alegres" y optimistas que ha grabado. Para muestras lo que hace en 'Staring at the wall', 'Paradise' o 'Running', que son singles evidentemente en el disco, momentos donde reconocemos coros marcados y tiempos bastante más ágiles respecto a los que suele Norah abordar. No se quedará atrás abriendo el disco con una amena 'All this time', cerrando con la curiosa 'That's life' o complementando entre vientos con una grata 'Queen of the sea', entregando así una columna vertebral bastante coherente con el concepto liviano del disco. 

El resto serán marcas de la casa propios de la artista, yendo al desnudo total en 'Visions' o regalando una preciosa 'Alone with my thoughts' en la recta final, siendo la pasada por 'I wanna dance' +  'I'm awake' + 'Swept up in the night' el único momento del álbum donde Norah se excede más allá de lo necesario, entregando diez minutos bastante espesos que contrastan con el espíritu amenos que venía trayendo el disco. Digámoslo: un par de estas se las podría haber ahorrado y el disco ganaba puntos. 

De todas maneras, el regreso tras cuatro años de Norah Jones se ajusta al nivel que nos tiene acostumbrados. En esta ocasión ha bajado un tanto el nivel de profundidad, yendo hacia sonidos y estructuras más fáciles de seguir pero sin abandonar su esencia. Le ha quedado un disco simple pero no por esto vacío. Y bueno, pues lo de siempre, no culpemos a la mensajera, que si esto no llega a las audiencias que merece no es culpa de la artista si no de un mundo que no es capaz de estar a la altura. 

¿Canciones? 'Staring at the wall', 'Running' y 'Alone with my thoughts'. 

7/10
Muy bueno.

 

sábado, 6 de abril de 2024

MGMT: Loss Of Life (2024)

 "Bichos raros..."

Durante la primera década de los dosmiles, el dúo conformado por Andrew VanWyngarden y Benjamin Goldwasser encajaron un jovial y fresco Oracular spectacular (2007), marcado por el éxito de singles como 'Kids' o 'Time to pretend', sin embargo, cosa curiosa: desde entonces parecieron siempre querer hacerle el quite al éxito. Para muestra dos discos como Congratulations (2010) o el homónimo de 2013, álbumes muchísimo más complejos de digerir y que mostraron al dúo ansioso por abrir diversas puertas. Luego vino cierto nivel de reconciliación con el pop en Little dark age (2018), álbum al que la plataforma TikTok le dio un empujón volviendo viral una de sus canciones, pero nuevamente, quienes esperaban el que estos tipos cediesen ante las expectativas pues vuelvan a sentarse, que para bien y para mal MGMT funcionan bajo sus propios términos, son un bicho raro y Loss of life vuelve a dar muestras de esto.  

No pueden mantenerse quietos, por lo que acá les oímos proponiendo un viaje que entrelaza un interesante homenaje al pop a través de la historia con uno que otro momento bastante oscuro y lúgubre. De esta forma, abrirán con una jugarreta instrumental (que retomarán en el cierre del álbum) para luego pasarse a una melódica y dulce 'Mother nature', marcada por su sonido acústico aunque sabiendo meter (pasando en minuto dos) guitarras eléctricas propias del sonido alternativo noventero  para luego pasarse a los ochenta en 'Dancing in Babylon', llena de elegantes sintetizadores en compañía de Christine and the queens. No se deciden por una línea, sin embargo, por lo que en 'Bubblegum dog' traerán al presente a los T.Rex mediante un sonido sucio, mientras que 'Nothing to declare' es una bonita canción de despedida que no cuesta imaginar en cualquier disco sesentero de Simon & Garfunkel.

El disco va y viene, y así como regala aires optimistas en 'People in the streets', entrando en su recta final irá sumergiéndose en un pozo oscuro difícil de seguir y que requerirá bastante entrega por parte del auditor, primero con 'Nothing changes' y luego con las ariscas 'Phradie's song' + 'I wish I was joking'. El círculo lo cerrarán definitivamente con 'Loss of life', que es psicodelia de la buena, una con la que cualquier amante de los Flaming lips alucinaría. 

Como sea, MGMT han vuelto a encajar un álbum digno y diferente, un viaje auténtico que claramente toma elementos de distintos lugares para proponer una paleta de colores siempre desafiante, sobretodo considerando los tiempos inmediatos en que vivimos. El dúo se muestra en constante búsqueda, no profundiza ningún camino y solo insinúa elementos, lo cual siempre acaba por ser su principal virtud como dificultad. 

¿Canciones? 'Mother nature', 'Dancing in Babylon' y 'Loss of life'.

7,2 / 10
Muy bueno.

Otras reseñas de MGMT:

lunes, 1 de abril de 2024

Idles: Tangk (2024)

 "Respiran libertad..."

Siempre singulares, dueños de una actitud punk que en (muy) pocos se puede encontrar hoy, los ingleses de Idles se las vienen arreglando desde hace una década para dar que hablar como una de las bandas más atractivas e interesantes de la escena. La tenían complicada con su quinto álbum eso si, el salvaje Crawler antecedía (imperdonable mi omisión acá en el blog de este durante 2021) y por ende la vara se encontraba altísima. Y cuando en esto de la música sucede algo como esto, cuando en una determinada dirección se pareciera haber tocado techo, solo quedan dos caminos: comenzar con la repetición de fórmulas para así estirar el hilo mientras se pueda o derechamente hacer el giro hacia el vacío. Esto último es lo que pareciese insinuar este Tangk, un álbum con el que Idles han decidido sensibilizar su sonido, escapando de su habitual aridez mediante un conjunto que en ningún caso resulta fácil de oír (la esencia no la pierden, eso está fuera de discusión) pero si se aleja del palazo a la cien que representaron sus anteriores trabajos. 

Hay canciones acá más amenas, quizás las más "accesibles" (insisto en las comillas) que han compuesto en su carrera, como los claros singles 'Gift horse' o 'Dancer', ambas dueñas de un sonido sucio pero que invita al baile, fuera de coros marcadamente reconocibles y contagiosos. Entre estas, sin embargo, se han lanzado hacia sonidos marcadamente hipnóticos, primero en 'Idea 01', una de esas canciones que jamás acaba de despegar (lo cual está lejos de ser un defecto en este caso) y donde huelen a los Radiohead más experimentales (está Nigel Godrich en la producción, así que algo por ahí tenía que aparecer), y luego jugando a placer con las percusiones tanto en 'Pop pop pop', nuevamente yendo a los Radiohead de Kid A en la construcción de atmósferas (para muestra, ese minuto final), como más adelante en 'Grace'

En su Cara B, salvo alguna excepción el disco apuntará hacia lo íntimo, volviéndose bastante oscuro y lúgubre, en cosas como 'Roy' o 'Jungle' regalando alguna explosión en el camino y en otras como 'A gospel' entregando el que debe ser el tema más triste en el álbum abordando una penosa ruptura y donde el siempre desafinado e incorrecto Joe Talbot se oye en el suelo ("Borra mi número / No estoy más / Ignora mis ojos bebé / Son solo dolor..."). La excepción en el camino será 'Hall & oates, donde no se olvidarán de que están hechos entregando el tema más ruidoso, crudo y directo en todo el disco, el más breve también, apenas dos minutos. 

Un trabajo como Tangk no parece ser un lugar definitivo para Idles si no más bien un punto de partida, una constante búsqueda. Los ingleses respiran libertad y aquello se transmite en sus álbumes, acá con su quinta entrega pareciesen haberse sentado a explorar para ver desde donde se rearman y continúan avanzando en su historia. Benditos sean por eso...

¿Canciones? 'Gift horse', 'Dancer' y  'A gospel'.

7,5/ 10
¡Muy bueno!